Aprovechando el fervor cristiano que en estos días de bodas, bautizos y comuniones invade nuestras ciudades y pueblos, nos dirigimos a vosotr@s con un claro propósito: invitaros a que reflexionéis sobre vuestra pertenencia a la Iglesia católica.
Much@s de nosotr@s fuimos bautizad@s, entrando a formar parte de esta entidad. Teniendo en cuenta que éramos un@s recién nacid@s en aquel momento, es obvio que fueron nuestras madres y padres quienes tomaron esa decisión por nosotr@s, aunque en muchos de los casos esa elección estaba ya adoptada a su vez por los padres de nuestros padres. El caso es que, por el motivo que fuere, la mayoría de nosotr@s pasamos por la pila bautismal (e incluso much@s de nosotr@s llegamos a hacer la comunión alrededor de los nueve años, edad a la que tampoco éramos muy conscientes de lo que suponía ese acto realmente). De este modo, durante generaciones y generaciones se ha ido repitiendo esta práctica sistemáticamente, perpetuándose en esta sociedad la tradición de hij@ nacid@=hij@ bautizad@.
Nosotr@s no estamos aquí para juzgar a l@s que decidieron por nosotr@s ni para atacar las libres creencias de cada un@, pero tenemos claro que no vamos a permitir que la institución eclesiástica, el Vaticano y la Conferencia Episcopal pretendan dirigir nuestras vidas según sus intereses y moralismos.
Hay que tener en cuenta que en este supuesto estado aconfesional y laico en el que vivimos la Iglesia católica sigue llenando sus arcas de cientos de millones de euros gracias a un concordato que se firmó con el Vaticano durante la época franquista (otorgándole diversos privilegios económicos y patrimoniales) y que ha sido renovado en diversas ocasiones, la última de ellas recientemente. Este acuerdo también está presente en la educación; El Estado asegura que la enseñanza de la religión esté presente en los colegios públicos como una asignatura más y l@s ciudadan@s “progresistas y modern@s” no se alarman tanto porque tienen otra asignatura para elegir si no quieren que sus hij@s vayan a religión.
De esta forma, se le va otorgando a la Iglesia diferentes poderes que, a su vez, son asumidos por la sociedad, pasando por alto el hecho de que en un estado “aconfesional y laico” la religión debería estar fuera de las escuelas, pues es una opción libre, personal y absolutamente respetable que cada ser humano puede elegir o no, pero que en ningún caso debe imponerse o difundirse ocupando el lugar de otros aprendizajes en el sistema de la enseñanza pública.
El poder y la indulgencia que los gobernantes otorgan a la Iglesia es más escandaloso aún si cabe en Navarra, donde la secta ultraderechista del Opus Dei actúa a su antojo, y donde se permite, por ejemplo, que una farmacia no venda preservativos alegando causas éticas y morales o que una mujer tenga que desplazarse por sus propios medios a otra comunidad autónoma para ejercer su derecho al aborto 25 años después de su despenalización.
Cabe destacar también la apropiación de más de mil bienes públicos del patrimonio navarro por parte de la Iglesia en los últimos años o el hecho de que el antiguo arzobispo de Pamplona y vicepresidente de la Conferencia Episcopal, Fernando Sebastián, exhibiese el fascismo patente en esta institución pidiendo el voto a partidos como La Falange. Podríamos estar días citando las numerosas muestras de hipocresía y tiranía por parte de estas personas, como el caso del obispo de Donosti, que dio mayor importancia a la “crisis espiritual” que a la catástrofe de Haití, o el del arzobispo de Granada, quien autoriza a un varón a abusar de su mujer en el caso de que ésta aborte, por no nombrar las distintas aberraciones fanáticas e integristas habituales por parte de Rouco Varela y la Conferencia Episcopal y las múltiples violaciones y abusos a niños indefensos repetidos a lo largo de la Historia y encubiertos en buena parte hoy en día por el mismo Benedicto XVI y la carta “Crimen Sollicitationis” (decreto que protege a los curas pedófilos).
Por todo esto y por la manera en que se asumen estos roles y poderes como si nada pudiésemos hacer nosotr@s para propiciar un cambio, en pleno siglo XXI seguimos soportando que intenten ejercer un control total sobre nuestros cuerpos, que nos llamen enferm@s y desviad@s por defender una sexualidad libre y no exclusivamente reproductiva, o que nos tilden de asesin@s por defender el derecho al aborto o el de poder poner fin a una vida de la forma más digna posible.
Consideramos que siempre es un buen momento para reflexionar y plantearse el porqué de continuar perteneciendo a la Iglesia católica. No basta con estar en desacuerdo con todas estas injusticias si luego sigues apareciendo en un listado de personas bautizadas, registro en el que la Iglesia se ampara para conseguir diversas subvenciones. Hasta ahora era más fácil viajar a la Luna que borrarse de la Iglesia, pero gracias a diferentes personas que, tanto de forma individual como colectiva, han luchado contra las trabas que ilegalmente imponían los arzobispados para apostatar, hoy en día podemos hacerlo en dos simples pasos, por eso desde Sorginkale hemos organizado diferentes actos relacionados sobre el tema de la apostasía, para su difusión y para la concienciación de tod@s acerca de este asunto tan camuflado en beneficio de los intereses eclesiásticos. Está en tus manos dejar de pertenecer y de contribuir al lucro de esta institución. ¿Qué, apostatamos?
Extraido de http://www.sorginkale.net/
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