viernes, 24 de julio de 2009

El protector del capitalismo


El principal protector del capitalismo a escala planetaria es hoy Bene­dicto XVI, como antes lo fueron sus predecesores hasta los Borgia aunque entonces al capitalismo le llamaban mercanti­lismo.
Benedicto, es cierto, insta a los gestores del capita­lismo a corregir excesos. Pero es como predicar a las putas para que sean menos putas y a los violadores para que sean menos violado­res.
Todo depende del siguiente principio que propulsa el cristianismo y al catolicismo: es preciso que haya pobres que se salven del infierno por la Resignación y la paciencia (bienaventurados los mansos por­que de ellos será el reino de los cielos, dijo Cristo), para que haya ri­cos (sobre los que sólo pide el Mismo que lo que da la mano dere­cha no lo sepa la izquierda) que se salven del Averno por la Caridad. Y a la inversa. Si no hubiera ricos nauseabundos y pobres como las ratas, no habría bienaventuranzas y no habría este sistema híbrido internacionalcristiano que cada día se va profanando más hasta que­dar algún día sólo la cáscara de la política como método de pi­llaje, y la cáscara de la religión como narcótico que ya no hace nin­gún efecto a nadie salvo a los desahuciados.
El papa es capitalista por los cuatro costados. Todos los papas lo fue­ron. El papa, todos los papas, además de estar al sol que más ca­lienta salvo que se trate de un régimen político que excluya a la reli­gión dominante como opio del pueblo y relegue a la religión al plano intimista que le corresponde, o que la incorpore como un sina­pismo de medio pelo que contribuya al control social, lo que quiere -y así lo proclama-, es que la sociedad que bulle bajo el capitalismo atroz sea "buena", que no se extralimite al ordeñar las ubres del sis­tema en provecho de unos cuantos. Esto es, lo que quiere es la cuadra­tura del círculo. Nada de implantar un marco jurídico político donde se establezca la justicia social de raíz, empezando por excluir la propiedad privada...
No hay más que echar un vistazo y apartar de uno todo prejuicio, al panorama del capitalismo que aprisiona al mundo sin remisión con la complicidad de papas y obispos académicos. Descubriremos entonces la forma en que el planeta va desmoronándose; cómo cada sociedad, una por una, se va diluyendo moral, psíquicamente, lo que equivale a la extinción de la tranquilidad, el sosiego y la ata­raxia salvo que nos refugiemos en las altas montañas lejos del munda­nal ruido. Véáse, digo el panorama, y nos encontraremos con una España de pena, una Italia para vomitar, una Francia para llorar, una Alemania acomplejada, una Rusia y lo que fueron sus satélites, perplejas y desarticuladas donde las mafias se han apoderado de la vida fundamental; un Estados Unidos donde otro títere en la Casa Blanca no se ha dado cuenta todavía de que lo es y que nada tiene qué hacer frente a lobbies, CIA, fábricas de armas, Pentágono, Labora­torios farmecéuticos y frente a la industria que arrastra poco a poco al planeta a su ruina y al desastre definitivo. Sólo los países nórdi­cos se salvan de la quema. Pero es que esos países no son re­inos de este mundo...
Esta visión pesimista no pueden no compartirla más que los que nadan en la abundancia y mientras la abundancia les dure; no pue­den no aplaudirla quienes tienen una reserva por los rincones del mundo o en Montecarlo donde sentirán un poco más el retraso del Holocausto de la humanidad.
No es que recibamos todos los días malas noticias, es que todo es un refocilarse en el crimen, en el saqueo, en la burla, en el fraude, en el abuso, en la injusticia... Todo, además, institucionalizado, todo bendecido, todo disculpado, todo normal. No se nos responda, por favor, que lo bueno de esta libertad es saberlo todo. Primero porque no es cierto, sólo sabemos lo que les conviene y nos ocultan lo que verdaderamente nos haría sublevarnos, y luego porque aunque lo sepamos o precisamente por eso no nos alcanza la esperanza y la ilusión, las dos amigas que hasta ayer nos permitieron dormir sin zozobra. Ahora no. Ahora las claves son que no sólo todo va por un desagüe a las cloacas del Aqueronte. Ahora es que ya sólo vemos que es segura la salvación de la chatarra y de los residuos nuclea­res. Y el papa, erre que erre, discutiendo sobre el sexo de los ánge­les y poniendo en duda si la luz del monte Tabor pudo ser creada o increada. Que le zurzan…

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